Derecho, Religión y Política.

Derecho, Religión y Política.



G. Saúl García Cornejo.

Estimados lectores –ya saben, sin distinciones de sexualidad, creencias religiosas, o posturas ideológicas, incluso, partidistas- como cada semana, los invito a reflexionar. El tema de hoy, desde diversos enfoques: Uno, desde la postura laicista, misma que como ustedes saben, tuvo auge desde los tiempos de las llamadas Leyes de Reforma Liberal (Qué no tiene mucho o nada que ver, con la postura del régimen actual, que sobrevive a pesar de los nubarrones de la oposición, realmente, fallida desde su ámbito partidista). Otra, incluso, desde la postura del Derecho Canónico qué, tiene también, una visión social, puesto que la Religión, aparte de formar la condición humana, es aquélla, protagonista en la formación de la consciencia y la conciencia, un ejemplo muy claro, es la llamada “objeción de conciencia” en determinados asuntos: El aborto, es uno de ésos.

En cuanto a la relación entre el Derecho, y la Religión, es evidente. Se crea mayor debate, cuando entra la Política. El dilema principal, incluso, hoy todavía es el mandato constitucional de que debe imperar el sistema laico. ¿Será que a estas alturas en que existe o mejor dicho, se reconoce la diversidad y los Derechos Humanos, el poder público, teme perder espacios, ante algún embate religioso?

Precisa es la realidad: Hoy, los Derechos Humanos, reconocidos y garantizados por la Carta Manga Federal y los Tratados Internacionales, ponen cerco a los abusos de la autoridad, sin perjuicio de que los mexicanos en general, pareciera que no saben o no quieren hacer valer esos Derechos. Y nadie en su sano juicio podrá decir, que, por ejemplo, los sacerdotes no son parte de la sociedad civil, y que no se ven afectados por las circunstancias políticas que sean; menos aún, cierto es que, ya desde su ministerio se ven impactados y afectados por las condiciones políticas, sociales, y económicas de sus feligreses. Desde luego, hay que reconocer que habrá siempre excepciones al igual que en la política partidista, o del ejercicio de representación popular, así como en el ámbito legislativo en cuanto a “productores de Leyes”, de gentes sin la mínima vocación de servicio y que “trabajan” para su interés particular o de grupos dominantes. Al igual, pasa con quienes “producen” literatura jurídica académica.

Otra problemática actual, en cuanto a que se asume en una tabla rasa, al sistema Laico, que quiere no sólo inhibir el debate, sino de plano excluir la participación social, de curas, prelados y católicos en general –ya por ser todavía, la religión dominante en México- termina con un efecto lesivo: La antidemocracia. Y se contradice con otros Derechos Humanos o Fundamentales, como la Libertad de Creencias, de Opinión, de Expresión, de Preferencia Política, etcétera.

La solución clave: Tolerancia y Debate respetuoso e inteligente –lo que obvio, no ocurre desde las “mañaneras”-. Con todo y los defectos que tengan esos tres estadios: El Derecho, La Religión y La Política; deben encontrar el equilibrio participativo, si es que en verdad, estamos en una Democracia. Y aclarando, que no se trata de volver al dominio absoluto y tergiversado de las conciencias, para la sobreexplotación del ser humano, ni tampoco de exaltar la Tiranía. Polos opuestos, por supuesto, en sus extremos muy peligrosos y nocivos. Qué sin exagerar, hoy, desde Palacio Nacional, nos quieren en ése péndulo, hacia su propio polo, en realidad falso y contradictorio: “sacralizar la democracia” y así, implantar un sistema abstracto, sin una real planificación, que se vale de la ignorancia popular. ¿Hacia un comunismo, o socialismo? ¿Sabemos bien de que se trata? Y lo trascendente: ¿Eso queremos? Aun sin saber o entender la sustancia que, no se trata del Pueblo, sino de un sistema parasitario, a costillas de los –supuestos- “beneficiarios”. Si Carl Marx, viviera se daría de topes, al ver las acciones y/o intenciones de un sátrapa disfrazado de “san francisco”, o al menos “con zalea de oveja”, como disfraz, aunque por un ladito, se alcance a ver la garra de la misma especie que se comió a la niña de la caperuza. 

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