LA DEMOCRACIA, EL ÚLTIMO BASTIÓN.
LA DEMOCRACIA, EL ÚLTIMO BASTIÓN.
G. Saúl García Cornejo.
Más allá de la sorpresa, o la resaca para propios y extraños, la democracia, con todo y sus defectos o deficiencias operativas, habló y marcó la pauta.
Mis estimados lectores de cualquier género, credo o ideología partidista, es natural que los partidos, sus coaliciones, y candidatos perdedores, pongan el grito en el cielo, aunque sea en realidad, en los hechos, muy tarde y hasta inútil. ¿Por qué el resultado electoral? Es simple, por los hechos, sean en acciones u omisiones de sus deberes políticos. Los resultados, no son producto nada más del discurso, sino que, el electorado –bien o mal- juzga más los errores, las falacias, las promesas incumplidas, la corrupción, la soberbia y altanería, los triunfalismos de mentiras.
Eso dicho, de manera muy sintetizada, defenestró a esos candidatos de papel, sin un liderazgo auténtico y además, burlones. Y la ciudadanía echó mano de lo único que le queda: Su voto, como último, pero eficaz recurso o simple reacción (los teóricos lo llaman “voto de castigo”), lo que al final, pone a esos perdedores en su real dimensión, el repudio ciudadano.
Y pasado el trago amargo, para los frustrados, claro, resta a los ganadores ponerse las pilas, como se dice coloquialmente, y asentar su energía y talento a su nuevo compromiso: Lograr la buena gobernanza. Ya tienen por lo pronto, por relativa que sea, la legitimación ciudadana, que puso su confianza en que de verdad, sirvan a la sociedad, su distrito, a su municipio y al Estado.
También, no deben olvidar si es que han sido opositores, que ahora serán gobierno, que antes, durante y después de su mandato, representan a esa demarcación electoral en que ganaron la elección, NO a sus partidos propiamente. Haber ganado la elección, los obliga cívica y políticamente, a que adviertan los errores y asuman que deben corregirlos, el ejercicio en la Administración Pública, para que sea eficaz y eficiente, requiere básicamente de rendición de cuentas, de transparencia, de una implícita y explícita honestidad, de puertas abiertas, y sobre todo, de pluralidad porque, como insisto, se deben a la sociedad, no a sus partidos, estos son sólo el puente para lograr ejercer la política de servicio. Y sobre todo, evitar la improvisación, la imposición de las jerarquías partidistas que, querrán colocar a sus favoritos, sin que importe si tienen el perfil idóneo. Si lo hacen, entonces sí habrá un cambio, un golpe de timón. Tal vez, cierto es, que lograron la candidatura gracias al cobijo de algún líder partidista, pero al final, están ahí por el voto ciudadano y entonces, con éste, es su primordial compromiso. Si no, para qué haber esperado tanto para lograr esa representación popular.
Es pues, en cada caso en particular de que la oposición haya ganado escaños políticos, una oportunidad histórica en que no pueden fallar garrafalmente, tanto a los ciudadanos y habitantes en general, como a sí mismos. No se vayan a marear con el cargo, nunca olviden su impulso originario –si es que son en verdad, lo que dicen ser o quieren: servidores públicos- y pongan oídos atentos a quienes hacen “cantos de sirena”, precisamente, para no escucharlos, sin que ello signifique, una contradicción. Tienen tiempo, para informarse, para reflexionar y decidir en escoger al mejor equipo, que no necesariamente, está en las filas partidistas. Que esto, deje de ser un ideal democrático, para hacer una concreción política. O ¿Qué no se merecen un cambio real, quienes votaron por ustedes? Incluso, hasta para quienes no hayan votado en favor, o los muchos –todavía- abstencionistas. A ellos hay que demostrarles que se equivocaron. En fin.
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