«LAWFARE PARA PROGRESISTAS»




«LAWFARE PARA PROGRESISTAS»

En Latinoamérica sí han existido persecuciones oficiales contra presidentes de la república, pero ha sido más por una condición de supremacía política ante los intereses de Washington, que verdaderamente una pugna por la justicia. 

Ya se ha dicho que la corrupción se institucionalizó, y claro ejemplo es México con el registro de lo que sucedió en los últimos cinco sexenios en la república. Dicha corrupción solamente abonó a desterrar y afectar moral y éticamente a todo oponente, amenaza y adversario proveniente de las filas de los movimientos progresistas. Esa es la forma de destruir de la corrupción según los intereses de un grupo de poder. 

En México, ha habitado la impunidad total. Recordamos casos como la judicialización del hermano de Salinas, Raúl. Pero propiamente ningún presidente ha pisado la cárcel. 

Y recordamos Acteal, Atenco, la casa blanca, Grupo Higa, Odebrecht, Panama Papers, los monopolios, la desigualdad, la pobreza, la impunidad, la corrupción, lo que pasa con los hijos de Martha Sahagún, el fobaproa, la crisis en 94 y 95, el levantamiento de los zapatistas. México, el país de mayor corrupción, desigualdad y pobreza, con un modelo que han buscado sostener el mainstream y cuyos resultados son puramente: falta de seguridad pública.

Las embestidas en América Latina han sido por objeto de la batalla entre Washington y la izquierda que no les permite asentar en la región todo el plan de ejecución acorde a sus intereses de enriquecimiento y poder a costa del bienestar de las mayorías. Así, vemos claros ejemplos, como la embestida contra Cristina Fernández en Argentina en tiempos de Mauricio Macri, o la embestida en Brasil contra Dilma Rousseff (hija política de Lula) y contra el propio Lula Da Silva, quien sí pisó prisión. Le robaron no sólo la libertad a Lula, sino también, robaron la democracia a Brasil.

La utilización del «lawfare» en Latinoamérica, es por uso faccioso, impropio de los instrumentos jurídicos que posee el Estado para destruir, inhabilitar a los adversarios del régimen y así lograr que pierdan el apoyo popular para que no dispongan de capacidad de reacción. Este mismo objetivo lo comenzó a aplicar Vicente Fox con su maniobra en pro de conseguir el desafuero de Andrés Manuel López Obrador. Sin embargo, el respaldo popular se hizo más fuerte ante esta embestida propiciada desde los pinos en México. 

Es decir, el lawfare siempre ocurre contra progresistas, no contra neoliberales. ¿Por qué Washington? Si alguien sabe acerca del tema y lo vivió en carne propia, es Andrés Manuel López Obrador. Por ello, una derecha, un grupo sigue bajo reserva esperando el golpe. López Obrador lo sabe, y se mantiene atento y alerta, pues así lo ha visto establecerse en los países vecinos. Hablemos de más ejemplos. Hoy, todavía se pretende encarcelar al ex presidente de Ecuador, Rafael Correa para impedir que continúe con su carrera política. Esto en Ecuador propiciado por el actual dirigente, Lenin Moreno, quien sí apuesta a ir en contra del modelo que implementó su antecesor Correa. Lenin Moreno así actúo por presiones de Estados Unidos de Norteamérica. 

Hoy, Rafael Correa se encuentra viviendo en Bélgica, como exilio al resguardo de la persecución política que se libra en su país, donde también varios de sus colaboradores han sido encarcelados, y continúan bajo el yugo que ha impuesto Moreno, para evitar a toda costa que este grupo siga teniendo popularidad e injerencia sobre el rumbo del país, un rumbo que no ha venido a convenir a los intereses de la doctrina Monroe. Y es que este grupo hegemónico político que opera desde Washington sus intereses, para ordenar a Latinoamérica a su conveniencia, piensa que libertad es propiciar una tremenda desigualdad, pase lo que pase. Y así se ha construido esta realidad lacerante, donde América es el continente más desigual en el planeta, y se padece una tremenda violencia producto de ello. 

Las políticas de Correa, Chávez, Kirchner han ido en pro de conseguir que los ciudadanos no vivan en aspecto bajo dominación de ninguna fuerza poderosa, y así puedan desarrollarse propiamente y gocen plenamente de su emancipación. Hay, en Washington quien dice que eso no se puede realizar. En cambio, pues es irrefutable lo que se consiguió en Latinoamérica bajo esos gobiernos consiguiendo que millones de personas salieran por fin de las filas de la pobreza. Eso generó la primer ola rosa que se perdió México. El gran cambio que produjo el movimiento progresista en Latinoamérica a principios del nuevo siglo.

Aquí en México han buscado peyorativamente castigar el discurso de ayuda a los pobres, cuando esa misiva, además de ser una noción y principio que enarbola el estado de Roma (cuya injerencia es ultra poderosa en el orden mundial), es además noción y principio de cualquier lugar que se pueda pretender auto denominarse república, sociedad y civilización moderna. 

Aquí en México, al igual que en el resto de Latinoamérica se ha buscado implantar la concepción de que progreso significa: «habitar países quebrados con empresas prósperas».

Distribución del ingreso y distribución de oportunidades sí generan un mercado y consumo con equilibrio y con auge en desarrollo de inversiones de capitales. El ejemplo de la gestión de Correa, acusado de estar fuera de tiempo en el poder que permite Washington, logró el coeficiente más alto de inversión pública en el producto interno bruto de todo el continente americano mientras estuvo al frente de la presidencia de su país. Por ello, hoy todavía cobra más sentido que el pueblo mexicano haga valer su artículo 39 establecido en la constitución mexicana aludiendo a que todo poder público dimana del pueblo, y hoy con esa justificación legal, legitima, el pueblo puede hacer aplicar ese derecho, más en democracia, más ahora que el nuevo gobierno basa su misión en el combate de corrupción. Es ese derecho el que da espacio y legitimidad al alzamiento de voz de todos los mexicanos para exclamar justicia por los cinco sexenios pasados que fueron autoritarios, y agravaron con sus decisiones arbitrarias e inconscientes, el auge de la corrupción, de la impunidad, del deshecho del tejido social, del favoritismo a grupos de poder minoritarios, del capitalismo de cuates y de cuotas. Porque ese pasado aún exige justicia, nuestro presente exige justicia, nuestro futuro exige justicia.

Y nos esperan décadas para resarcir el daño del pasado.

El movimiento progresista en México no debe dar marcha atrás, requiere unidad, trabajo, visión, consenso. Y debemos articular nuestro respaldo en beneficio del rescate de nuestras instituciones, de su credibilidad para el buen funcionamiento y para alcanzar a vivir en ese estrado de mayor armonía y paz. 

Es tiempo.

Es ahora.

Y si no somos nosotros, ¿entonces quién?

Y si no es ahora, ¿entonces cuándo?

Y si no es con amor, ¿entonces cómo?

Al Presidente López Obrador no se le ha firmado un cheque en blanco, como a ningún otro presidente de la república, pero a todos, en su momento se les ha dejado trabajar, y más a los anteriores que respaldaba todo el mainstream norteamericano y el mexicano y que además gobernaban con autoritarismo, sin democracia y a través de sus instituciones corruptas.

Es ahora.

Erick Xavier Huerta S. 

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