Al pie del cañón

 





Al pie del cañón.

 

 

 



Al pie del cañón

 

 

Martín Antonio Huerta Carbajal

 

El Miércoles siete de octubre del 2020 nos dieron la noticia de la muerte de Martín Antonio Huerta Carbajal.

 

 

En enero de 1934 nació Martín Antonio Huerta Carbajal en Huetamo, Michoacán. Corazón lleno de voluntad, fuerza y coraje, salió al mundo a cumplir con su destino. Quería lo más difícil. Quería conquistar, buscar ser arrojado; lleno de ímpetu preguntó cuál era la carrera más difícil que se podía estudiar y en dónde la podía estudiar, bajo esa mística se impulsó a cumplir con sus estudios. Nunca dejó de estudiar. El aprendizaje era una misión de vida. El conocimiento sólo se puede adquirir por la experiencia. En 1951 ingresó al Instituto Politécnico Nacional a estudiar el bachillerato y posteriormente, la Ingeniería en Comunicaciones y Electrónica. Afinado corazón, la intuición de Martín Antonio Huerta Carbajal estaba alerta, despierta, lista para marcar la ruta de su pasión. Dos años antes de culminar sus estudios profesionales, ya colaboraba en la Secretaría de Comunicaciones y Transportes como calculista. En 1971 era subdirector técnico de cablevisión. En 1980 fundó una empresa que aún sigue vigente, Telecable de Tierra Caliente A.C.

En 1986, se convirtió en asesor técnico de Telecable del centro, en Querétaro, Irapuato, Aguascalientes y Zacatecas. Unos años después, también mi padre fundaría tele—cable de Cortazar en Guanajuato, siguiendo el mismo camino de inspiración. No obstante, mi Padre, Francisco Javier Huerta Romero optó por estudiar la misma carrera y en la misma escuela profesional, Ingeniero en Telecomunicaciones y electrónica en el Instituto Politécnico Nacional. Y ambos fueron ingenieros destacados. Es una historia de inspiración, y ambos personajes han demarcado la ruta de mi destino. Tuve el privilegio de ser testigo del amor de mi padre por el suyo, y ver cómo juntos trabajaron, y crearon familia, crearon empresa, crearon canciones, festejaron la vida.

 

Desde 1986 hasta el año 2006, Martín ejerció como instructor de capacitación técnica en la cámara nacional de la industria de la televisión por cable, del cual obtuvo innumerables reconocimientos.

 

Martín Antonio Huerta Carbajal se convirtió en una fuente de inspiración para México, para Latinoamérica, y para los propios norteamericanos. En vida recibió innumerables homenajes. Fue reconocido por la organización mundial de las naciones unidas, el colegio de ingenieros mecánicos electricistas. Se convirtió en el primer latino en obtener el reconocimiento como «hombre del año» en 1999 por parte de la SCTE en Estados Unidos de Norteamérica, por su trabajo y tremenda aportación para ayudar a la sociedad de Hispanoamérica en el desarrollo de las tendencias de las telecomunicaciones, traduciendo imprescindibles publicaciones de la Society of Cable Telecommunications Engineers.

 

Tuve la oportunidad, desde mi infancia, en acompañarle a los congresos en Estados Unidos de Norteamérica de la SCTE, en distintas ciudades, en distintos años, y el reconocimiento por la comunidad de ingenieros de nuestro país vecino del norte, era admirable.

No había palabras para describir la honra que uno buscaba hacerle sentir en correspondencia y agradecimiento por el orgullo que contagiaba. Muchos nos limitábamos solamente a respetar su espacio de silencio para su reflexión.

En Marzo del 2004, recibió el premio «Capital Intelectual de la Industria», por el ministro Santiago Creel. Posteriormente, el Presidente Vicente Fox, entregó el mismo reconocimiento por toda su labor y aportaciones a la industria mexicana de telecomunicaciones, en aprendizaje y conocimiento sobre las tecnologías.

 Siguiendo la ruta del éxito. No se hizo esperar la entrega,—por parte del Presidente Felipe Calderón,  a Martín Antonio Huerta Carbajal, —el premio—«Don Alejandro Álvarez Guerrero», que le fue entregado por visión estratégica de la industria y por ser pionero de la industria de televisión por cable, en 2007.

 

De Martín Antonio Huerta Carbajal conocí el amor a la poesía.

Cuando era niño recuerdo, en un congreso de telecomunicaciones, estábamos comiendo y él se paró firme a ir a declamar poesía para todos los que estábamos ahí. Recuerdo que su oratoria era fuerte, firme, admirable; un verdadero orador. Y siempre hablaba así, con entusiasmo, con voz de fuerza y coraje. Un hombre de tremendo magnetismo. Muchos querían ser su amigo, estar cerca de él, escucharlo. Gran orador era Martín Antonio Huerta Carbajal. Supe que era tremendamente admirado por cada uno de sus hijos, pues no obstante, había demostrado con hechos, cumplir a la familia, cumplir a la industria, cumplir a la sociedad. Un señor, un patriarca, líder, guía, patriota. Un gigante en la familia. De tal forma que siempre estuve inspirado, al igual que sus hijos, sus hermanos y sus trabajadores, por poder siquiera alguna vez aspirar a lograr poseer tal lucidez de inteligencia, y tal presencia y renombre en el mundo.

 Él se regía por un inexorable código moral para ejercer su conducta, y era tanta firmeza, y tanta disciplina, que poco sentido encontraba al ocio.

 Martín Antonio Huerta Carbajal era un fuente de inspiración, para sí mismo, para todos los que le conocieron. Puedo decir que lo que he alcanzado es mucho en parte por ese legado de motivación que surge de esa fuente de inspiración, que ha funcionado de forma inconsciente durante mucho tiempo, de lo cual tardé en darme cuenta, pero ese es su origen; del ejemplo que nos dio de coraje y disciplina por cumplir los objetivos, los propósitos encomendados desde nuestro libre albedrío y desde nuestra intuición para cumplir a cabalidad con nuestro destino.

Al paso del tiempo, aquel hombre vivía concentrado en sus labores, en sus responsabilidades, y siempre daba espacio y tiempo para conocer, para convivir con familia. Pero conforme pasaba el tiempo, buscaba aislarse para estar inmerso en la soledad de su pensamiento, Al paso de los años me di cuenta, de grandes afinidades, que no creo considerarlas fortuitas, mucho menos intrascendentes. Acabé por interesarme en la poesía, y por escribir también, por practicar la oratoria, por interesarme en el amor.

De Martín Antonio Huerta Carbajal aprendí el amor por la democracia y que la mejor vía para el desarrollo de nuestros pueblos era bajo el pensamiento de un progresista; así me lo dijo. Él escuchaba mis ideas políticas, y mis inquietudes, y en mucho coincidimos. Una mente brillante, indudablemente. Gran inteligencia matemática, abrumadora, y además un tremendo y gran humanista.

 Martín era un hacedor. Vivía para la reflexión, el pensamiento, la creación y el trabajo. Era un hombre sensible que siempre estaba atento para los que más requerían su amor. Y su vida fue ejemplo para todos. Sus acciones estaban avaladas por sus valores. Ese fue el ejemplo que él nos dio, y ese fue su gran mensaje: «encuentren el camino a la trascendencia y sirvan siendo lo que son».

 

Un día fue diagnosticado de Alzheimer y poco a poco, fuimos dejando de escuchar su pensamiento a través de su voz.

Cada día se adentraba más en sí.

 

Dejó de hablar mucho tiempo, y era abrumador para todos ya no poder escucharle aún mientras tenía vida. Simplemente se reservaba a observar, en un estado contemplativo sobre un drama personal que experimentaba, sobre un drama de los demás que le amaban y le veían inmerso en el silencio y que tenían miedo de perderlo, de no poder disfrutar como comúnmente ocurre cuando compartes tu sentir y tus ideas a través de la palabra.

Mi abuelo dejó de escribir, dejó de hablar.

Su comunicación relucía por su mirada, por su rostro, y nada más. Pero su gran presencia permanecía, su gran presencia de líder dentro de la familia y la sociedad prevalecía con sólo estar ahí, esperando, acompañando a la muerte, transitando hacia el final.

Se fue por la tarde el siete de octubre, descansando, aliviado de ver reunidos a los que más amó en la vida. Sin reproches, sin preguntas, sin reservas ni explicaciones, el amor cobijó su partida.

En esa atmósfera se marchó.

Y eso nos enseñó, asumir todo lo que se presente en la vida, vivir la experiencia, pase lo que pase, estar preparado para todo, porque, quien no está preparado para todo, no está preparado para nada. Mientras todo sea hecho con amor, mientras a todo respondamos con amor, saldremos adelante. 

Mi abuelo, a quien me refería como «mi papá Toño», siempre nos dio una misiva fundamental a mí y a todos los que le conocimos:

«hay que vivir 

al pie del cañón».

 

 

Erick Xavier Huerta

 


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