Los últimos días








Los últimos días


2020 fue un año de pérdidas. 

La epidemia de COVID19 no se ha terminado.
Cientos de miles de muertes por COVID-19 tan sólo en México. Millones en el mundo fallecieron por la pandemia del coronavirus. Perdimos empleos, perdimos empresas, perdimos comercio, perdimos dinero, perdimos proyectos, perdimos estilo de vida, perdimos tradiciones, perdimos costumbres, perdimos amigos, perdimos familia, perdimos espacios. Este año fue un año de pérdidas. Pero aún no ha terminado. 

Ya lo dijo Angela Maerkel: —«La conclusión es muy sencilla, el número de contactos es demasiado elevado, la reducción de contactos que hemos logrado no es suficiente»…

No ha sido suficiente. 

No es un asunto cualquiera el desgaste médico, y la falta de respuesta hospitalaria ante una masa que de pronto se ve necesitada de atención por padecer el contagio. 

Empresarios se han rehusado desde el principio para atender las medidas de confinamiento, y esas son sumas a las consecuencias que hoy resentimos. 

Nos habían advertido que esta sería una pandemia de confinamiento de tiempo prolongado, extenso, y nunca se advirtió de manera contundente hacer caso a las recomendaciones, de forma responsable, acatar con rigor y norma todas las medidas para prevenir el contagio, y hoy pagamos las consecuencias. Pensamos que un mes, dos, tres sería suficiente. Advertimos momentos de tremendo relajamiento en momentos alarmantes. Y hoy no queda otra alternativa más que sumarnos al mensaje de aportar mayor conciencia para acatar con responsabilidad el sacrificio, la responsabilidad, la disciplina de cuidarnos por el bienestar de todos. 

Vienen tiempos aún más difíciles, pues esta crisis sanitaria repercutirá en otras esferas como ya ha venido haciendo, pero de manera más profunda en el ámbito político, económico y social. La violencia se disparó, tanto que así lo hemos venido registrando, desde la propia entidad de mayor cifra de homicidios dolosos. En Guanajuato las personas no sólo se han tenido que venir a enfrentar con los estragos de la pandemia, sino con la guerra que ha ido en aumento entre carteles que siguen en disputa por el control territorial de la zona del bajío.  Por el virus y por la violencia, las personas han tenido que lidiar con un año de frustración. Negativas ante sus emprendimientos, ante su crecimiento, ante su desarrollo. Negativas y negativas. Por eso tenemos que ser aún más sensibles en los últimos días del año 2020 si es que, al menos en el tema del COVID-19 queremos salir airosos.

Toda la república ha registrado un alarmante rebrote, una saturación en los hospitales del país por el incremento de contagios por COVID-19 y las muertes continúan y la mayoría de la población sigue en riesgo, en tremenda vulnerabilidad de adquirir coronavirus. 

¿Qué podemos hacer al respecto?—Sólo una cosa: «responder con lo mejor». 

El mensaje es no confiarnos. El propio presidente de la república ha tenido que venir a reparar en un llamado a la población por acatar en conciencia la disciplina de acentuar el confinamiento por los últimos días del año. No hay otra salida, la procuración de nuestra solidaridad en conciencia tiene que ocurrir ya. Y es que hemos confiado en que la población acataría la norma pero el mensaje no logró incidir en las acciones colectivas y la crisis se ha agudizado. No podemos confiarnos. El mensaje es en sentido de propiciar el triunfo del amor sobre el sentimentalismo; pues si aumentan las reuniones, sigue aumentando el riesgo de contagio y podemos caer en una espiral que no nos deje sobrepasar un momento histórico en la humanidad que arroja incertidumbre.

Esta es la crisis más extrema en la historia de la humanidad. No había registro de los procedentes. Aún en tiempos de guerra, había libertad de tránsito, de acciones, de ocupar espacios, de comercio, de emprendimientos, de alternativas más flexibles para moverse por sobrevivir en el mundo. Pero ahora, el confinamiento acarrea otra serie de innumerables padecimientos en las personas, por estrés, ansiedad, miedo. 

Aún con medidas violentas de restricción para dar negativa a la movilidad sin responsabilidad de las personas, no se pudo contener la resistencia en la población por seguir queriendo estar en un modo de vida que se ha terminado. Y la ayuda no ha sido solidaria, mucho menos alcanza para solventar una crisis que viene encima de otras que ya estaban entre nosotros: la desigualdad y la pobreza.

Sólo queda comunicar, para convencernos con libertad y sin imposición ni fuerza, de que nuestro cuidado personal al máximo es en beneficio de los demás.

También uno de los espacios en los últimos días que nos brinda este año que nos ha reencontrado con nuestra intimidad, con nuestro hogar, con los nuestros, con la oportunidad de prestar más atención a lo que había venido sucediendo, puede prestarnos más tiempo y espacio para prestar atención a la conciencia de nuestras emociones y nuestros sentimientos. ¿Qué estamos pensando? ¿Qué estamos sintiendo? ¿Qué es lo que queremos expresar?

Todos nos nutrimos de nuestra energía. Queremos brindar lo mejor de nosotros a todos los demás, pero ello implica prestar atención a todo lo que pensamos, sentimos y expresamos. Este tiempo, prestado siempre para la oración y el agradecimiento de las estaciones que vivimos y experimentamos en el desarrollo de nuestra conciencia en el paso de nuestra vida por esta línea de tiempo, es también ahora un espacio que cobra aún más relevancia por el nuevo episodio que ha venido a enfrentar la humanidad, transitando hacia nuevos umbrales de realización. 

Hace años conocí un chamán que justamente dedicaba los últimos días a orar por sus hijos y por su amada esposa, para protegerlos en el año que vendría a nacer y en el que seguirían camino a la trayectoria de la línea de tiempo de esta existencia. Yo quedé marcado por este ejemplo de rigurosa disciplina y de atención en los últimos días para resguardarse y dedicarse solamente a la oración. Y he tratado de seguir ese ejemplo en la medida de los espacios en que puedo estar solo en los últimos días de cada año. 

La oración es una herramienta poderosa. Si nos unimos en disciplina, orden y mentalidad de coadyuvar a que frene la pandemia por nuestra actitud responsable y de sacrificio junto a nuestra intención y misión de concentrar nuestra energía en producir expresiones de armonía y paz, no sólo ayudaremos a respirar mejor en conjunto con nuestros hermanos y hermanas, sino también, repercutiremos en otras esferas, en reducir la violencia colectiva, en reducir los males que aquejan ahora a quienes tienen posiciones de liderazgo y ven frustradas sus acciones por abonar al orden y a la paz de nuestros pueblos. 

Es algo sencillo, pero poderoso. 

Además es menester agradecer por el propio tiempo que representa el final del año. Llegamos hasta aquí, y tendremos que ser más responsables y estar preparados para todo lo que viene. Orar en consecuencia por nuestro presente y por lo que habrá de venir, es un regalo de agradecimiento por poderlo experimentar, y también por saber que todos somos una sola especie, una sola familia. 

Los últimos días son para agradecer y prepararnos para renacer, a nuevos estrados de mayores retos, y de aspiraciones más ilustres en el camino del progreso y de la paz que tanto anhelan nuestros pueblos. Hasta aquí hemos llegado porque tenemos fe. 

Sigamos, pero con más firme atención y experiencia de nuestros regalos más importantes que nos han legado como seres de esta tierra: esperanza, fe y amor, recordando que de los tres regalos, el amor siempre es lo más importante. 


Erick Xavier Huerta

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