Sé que una frase cambia una vida.
Sé que una frase cambia una vida.
Ayer por la noche veía el noticiero, y pasaron una historia que me ayudó a tener aún más claridad en el deber comunicativo que tenemos todos los días, en el poder de la palabra, en el poder de una frase.
Un joven se había retirado del crimen. Había comenzado a robar desde que cursaba quinto de primaria; no estamos ciertos de todo lo que pasó en su vida íntima, cuánta violencia intrafamiliar padeció. No sabemos mucho, solamente advertimos que hoy se retiró de la actividad criminal. Solo sabemos que comenzó a dedicarse a robar desde muy chico.
Robaba los teléfonos celulares de sus amigos y compañeros en la escuela. No tenía educación, simplemente se dejaba llevar inconscientemente por algo que la motivaba a ultrajar, a violentar a los demás quitando pertenencias que no eran suyas, irónicamente desde el ámbito y entorno de la "cultura educativa". Para él, simplemente, todo era un juego. Advertía el comportamiento clásico del eterno adolescente, aquel que no se compromete consigo mismo ni con nadie.
Después, al pasar los años, en preparatoria, con experiencia en robos; se aventuró a robar a ciudadanos que iban transportados en una combi; alentado por sus compañeros, exaltado por vencer al “miedo”, sentir el “poder”, sentir la “fuerza”, la habilidad de escapar por la justicia, se le hizo fácil tomar un cuchillo cebollero de su casa para ir a amenazar a quien se rehusara entregar sus pertenencias.
Él solo quiso hacerse el reconocido entre los malos, así lo expresa. “Mi mente pensaba en ser el mejor malo”.
El crimen lo disfrutaba este joven. Al ver que los ciudadanos comenzaron a defenderse, cambió su cuchillo por una pistola.
El joven disfrutaba ver sometidos a sus víctimas, disfrutaba ver cómo los humillaba con la violencia. Dice que “era una sensación agradable”.
Al ir obteniendo más pertenencias por robos, el joven quería acumular más, sentía la necesidad de ir por más, y no se conformaba.
¿Cómo detener el impulso de este joven?
¿Cómo frenar el comportamiento convulsivo de este joven a cometer actos atroces?
El joven no está educado, ¿escucharía algún maestro? ¿Qué está buscando?
Aquel que no está dando amor, lo está pidiendo.
—El joven parece padecer rencor social, busca hacer sentir humillada a la gente, y promueve la violencia. Quita pertenencias salvaguardándose del poder que le otorga un arma amenazando quitar vidas. ¿Merece el perdón?
Todos tenemos las más profundas razones para ser quienes somos y para hacer lo que hacemos.
¿Cómo juzgar a una persona que ha venido creciendo en una cultura que no tiene educación? ¿Cómo juzgar a una persona que ha crecido en entornos violentos y marginados? Esos jóvenes no han sido atendidos, no tienen orientación ni educación. Se han perdido.
¿Cómo rescatarlos?
No se podría rescatar a alguien que no quiere ser rescatado. Al tiempo, en nuestra sociedad, si no escuchas, si no obedeces, el castigo que habrás de enfrentar es el de la ley de los hombres. El uso de la fuerza del estado para mitigar la violencia de quienes no respetan; aunque sobran casos, tantos casos de injusticia, donde la ley se aplica a inocentes. Pagan justos por pecadores.
En uno de sus últimos robos, este joven abrió la cartera que había conseguido por medio de la violencia; adentro, se encontró con la foto de una mujer mayor y al reverso una frase: “Gracias mami por esta linda foto, te voy a extrañar y que te vaya bien. Este es el único recuerdo que tengo de ti”.
Al leer aquellas líneas, el joven criminal sintió el arrepentimiento de sus pecados.
Pecado proviene del latín «peccatum» que significa “fallo de la meta, no dar en el blanco»; para los griegos— pecado— era el término a usar, la forma verbal con respecto al lancero que erraba su blanco. Según las enseñanzas Cristianas, el estado colectivo normal de la humanidad es del “pecado original”. La palabra “pecado” traducida literalmente del griego antiguo, idioma en el cual se escribió el nuevo testamento, pecar significa errar en el blanco, como el arquero que no clava la flecha en la diana. Por consiguiente, significa no dar en el blanco de la existencia humana. Significa vivir torpe y ciegamente, sufriendo y causando sufrimiento.
Todos tenemos las más profundas razones para hacer lo que hacemos y para ser quienes somos.
Buscamos aprender, desarrollar nuestra conciencia; pero lo hemos venido haciendo desde el pecado original, por rencor y culpa, de no perdonarnos de habernos separado de la unidad.
¿Estamos separados?
Ningún político detuvo sus intenciones de seguir cometiendo violencia; tampoco policías ni autoridades ni tampoco un reclusorio lo rehabilitó.
Fue su conciencia.
Una frase de pronto hizo destello en aquella conciencia dormida, en aquella conciencia inerte, reactiva ante cualquier estímulo en el torbellino de la vida, pues no tenía individualidad, era parte del imaginario colectivo y no encontraba paz, ni promovía la paz, era la violencia.
Esa frase, provocó que el joven dejara las drogas, buscara rehabilitación, y por decisión propia dejara el crimen.
Sólo él se pudo rescatar así mismo.
Sólo él pudo resolver sus procesos de significación en su escenario interno de conciencia.
Erick Xavier Huerta
Comentarios
Publicar un comentario