Deber es defender el periodismo

Deber es defender el periodismo



Me ha tocado enfrentar la debacle del periodismo, la gran crisis internacional, nacional, comunitaria, en nuestro país y en nuestros pueblos; de cómo deliberadamente los gobiernos atentan contra el ejercicio del oficio y buscan desaparecerlo, porque les incomoda, porque les cuestiona sus acciones dentro del fenómeno del ejercicio del poder público.

La comunicación social de los gobiernos no es un mero accesorio para producir propaganda, es una obligación, y por tanto están obligados a considerar y dar difusión con los medios de comunicación, con los periodistas que incomodan y cuestionan, que representan el sentir social, la indignación, la protesta, el contrapeso. Lamentablemente los gobiernos no comprenden ni saben diferenciar que la comunicación social estriba en referirse a medios no a redes sociales. 

Hoy por hoy, el político piensa que todo son las redes sociales, y no los medios—que funcionan a través de comunicadores y periodistas. Esto porque no quieren que nadie los cuestione, ni los incomode. Entonces, el político de hoy osa pensar que si le habla a las redes, y pasa por encima de los cuestionamientos incómodos, la libra y se sale con la suya. Prefieren pagar pautas a trasnacionales que pagar a los periodistas locales y a los medios de la nación. De ese tamaño es la tragedia que hoy cobija a muchas partes del mundo, con énfasis a lo que sucede en nuestro país. 

Con montajes no llegaremos a ningún lado, menos con esa osadía de buscar terminar por completo con el periodismo. 

Los políticos ya no quieren recibir a los periodistas que les contrastan y que les incomodan. Porque lejos del cuestionamiento, de lo incómodo, y de las preferencias políticas que tenga un comunicador, el comunicador y el periodista representa un punto de vista que representa a su vez a las voces de la comunidad que se gobierna. No todo el pueblo es una fracción votante de quien ganó. Quien ganó el poder público, la representación pública gobierna para todos, no para una fracción y en eso estriba su legitimidad en el ejercicio del gobierno. Al tanto, los políticos osan no querer ver esto, ni su realidad. Cavan su propia tumba.

Ahora nos cuesta más al pueblo los gastos en comunicación, porque el gobierno antes pagaba a los productores, medios, periodistas por la difusión que es su obligación para la crítica, el balance, el análisis, la discusión pública. Pero como ahora se quieren deshacer de eso, levantan montajes, financian sus propias productoras y contratan agentes de publicidad y marketing, osando destruir el periodismo local. Son nuestros impuestos, nuestros recursos, y estos nacionalistas prefieren consentir a trasnacionales porque los políticos odian a los periodistas. 

No hay democracia sin derecho a la libertad de expresión.

        Arte es libertad de expresión.

Y es que producir contenido periodístico es un trabajo, no se hace solo ni mucho menos gratis. Hay costos de producción y labor; pero ahora los políticos han pervertido todo, desde hace tiempo buscando que quien depende de sus pagos que osan presumir como dádivas, intervengan en frenar el cuestionamiento y la incomodidad que libremente y por derecho tiene un periodista a plantear discusión y argumento en torno a los acontecimientos cotidianos.

La sociedad ha venido permitiendo que se esté matando al periodismo. 

Es difícil y desgastante mantenerse en esta lucha, más cuando están buscando aniquilar por distintas vías al comunicador que incomoda al poder.

No es justo.

Por eso participo activamente, y no solo como ciudadano, y periodista, sino también como actor político, y hoy, por los argumentos que presento, fortalezco las competencias para marcar diferencia. 

El periodismo pregunta, increpa, incomoda. 

Aquí en mi tierra, Guanajuato, el partido hegemónico en el poder ha estado acostumbrado a recibir nulas críticas por parte del gremio periodístico, y a quien incomode, les marcan la indiferencia y les buscan asfixiar por distintas vías y amenazas en un territorio a merced del crimen y de la violencia, donde te roban o te matan. 

¿Dónde está el Bronco? Que decía que pensaba que ya ahora solo había que hablarle a facebook. 

Está en la cárcel. Y su campaña por la presidencia de la república resultó un fracaso, con todo y todo y por la vía independiente. El señor disruptivo cayó presa de la partidocracia y no resultó factor determinante de convencimiento frente a la ciudadanía que buscaba un cambio, que justamente en ese momento estaba harta de la partidocracia. 

Los políticos han sabido maniobrar con las redes sociales para convertirlas en guaruras digitales, donde manipulan con bots, trolls y perfiles falsos y anónimos y pautas su presencia y dominio sobre la opinión pública, engañándose así mismos. Vean lo que le paso al Bronco y a Peña Nieto y a Ricardo Anaya. 

Por eso hoy, en la propia arena pública hay que poner a prueba a los partidos y a los políticos. Hay que defender el periodismo, por nuestro derecho de preguntar, de incomodar, porque el periodismo es co-sustancial a cualquier modelo democrático del mundo. ¿Qué queremos en México?

Por nuestra convicción democrática, exhortamos a que alcemos la voz en defensa de nuestros derechos y además que hagamos sustancialmente diferenciadores entre lo que significa un infomercial a un documental; de una entrevista a la propaganda.

No es lo mismo la información que el debate y el periodismo, y lamentablemente nuestros políticos de hoy hacen omisiones a sustanciales fundamentos de cualquier sociedad democrática que aspira a ser moderna. 

¿Qué decir? Que los políticos en México están suplantando el modelo de comunicación social por uno de propaganda, dígase de cualquier partido, como puede suceder en el Estado de México, Puebla o como viene sucediendo en Guanajuato. 

¿Qué decir?

Que queremos cambios sustanciales por nuestra democracia y libertad.


Y no podemos estar esperando a que alguien tome la bandera de la causa. 

Tenemos que hacerlo nosotros, ahora, hoy, aquí.


Erick Xavier Huerta S.


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