Erick Xavier Huerta presenta: Explorando Zipaquirá, Catedral de Sal. La primera maravilla de Colombia.

Sal y Cielo.

Visitamos la gran Catedral de Sal de Zipaquirá, la primera maravilla de Colombia. 

Un lugar lleno de misticismo. 

Este recinto fue construido al interior de las minas de sal de Zipaquirá en Cundinamarca Colombia. 

Lleno de arte e historia, esta catedral es única en su género, considerada uno de los grandes logros arquitectónicos y artísticos. Es todo un complejo importante de riqueza patrimonial en materia cultural, religiosa y medio ambiental. Esta iglesia subterránea alberga fe, esperanza y un recorrido adentro de la tierra que simboliza nuestro recorrido hacia el adentro de nuestro ser, donde se encuentra el ámbito del crecimiento de nuestra conciencia crística. 

Toda la trayectoria de la galería te permite ir vislumbrando y apreciando cada una de las estaciones del viacrucis, memoria del camino al Gólgota de Jesucristo. Este mismo trayecto se encuentra arriba en el cerro de Monserrate, pero con dos puestas totalmente distintas y en atmósferas diversas, aquí adentro de la tierra, abajo, allá, en el cielo arriba. 

Este recinto es el único lugar en el mundo como santuario religioso y cultural en su estilo y género como Catedral religiosa hecha de sal. 

Mientras abajo exploraba ese universo. También fui arriba, al cerro de Monserrate, como mencioné, el más conocido de los cerros orientales de Bogotá. Una experiencia tremendamente portentosa, de igual, forma lena de una atmósfera religiosa. Cristo abarca Bogotá hacia los adentros de la tierra y se expande hasta las alturas. Bogotá, Colombia es un territorio tremendamente religioso.

Monserrate es uno de los cerros tutelares de la ciudad.

Hay grandes pulmones de oxígeno que alimentan a la ciudad en Bogotá. La ciudad está rodeada de vegetación y también se percibe una gran lucha y fuerza impulsora por una cultura que rescate al medio ambiente y a la naturaleza. Hay una gran misión y responsabilidad por parte de todos los sectores para servir unánimemente a la búsqueda de tener una victoria en la lucha contra el cambio climático que se disputa a nivel mundial. 

La sal está presente en Bogotá Colombia, este artífice que da potencia al sabor de los alimentos. El recuerdo de los pasajes bíblicos vuelve cobrar fuerza cuando paseas por los lugares de Bogotá. Ser sal, recuerdas, es dejar que la acción del espíritu por medio de nuestra acción, discreta y humilde pero real, se expanda e impregne nuestra labor. Como la sal. Su presencia pasa desapercibida, y sólo su ausencia es notoria. Este es un mundo de sal. Hace millones de años Colombia era mar, y cuando se volvió tierra, las montañas eran recuerdo de aquel mar, ahora eran montañas de sal, y sirvieron como minas para nutrirnos, retener el agua y potenciar el sabor de los alimentos.

En el catolicismo la sal se considera símbolo de pureza, y en el bautizo justamente se reciben granos de ese mineral para asegurar la alegórica purificación. Cristo habría dicho, según Mateo «que siendo la sal de la tierra, somos también la luz del mundo y nuestra luz no se debe esconer»…

La sal era indispensable para mantener los alimentos y se usaba en los pactos como signo de firmeza y permanencia. Un saco de sal era tan precioso como la vida de un hombre. Por eso, en la laguna del cacique de Guatavita, había tanto oro, y de ahí se desprendió la leyenda del dorado, no considerando sus saqueadores, que el poder del cacique radicaba en su dominio sobre la sal, y por tanto tenía tanto para intercambiar por el oro. 

En la antigüedad, la sal era el producto vital. Para buscar la sal, se comenzaron a construir caminos para obtenerla y llevarla hasta la ciudad de Roma, y este camino era llamado la “vía salaria”. Y los soldados romanos que cuidaban la ruta de la vía de la sal recibían su pago en sal (porque lo importante era comer, nutrir el cuerpo), de tal forma que este intercambio se llamaba “salarium argentum (agregado de sal)” y de allí viene la palabra salario.

Erick Xavier Huerta