MUJERES DE FUEGO


MUJERES DE FUEGO



PALABRAS LIBRES.

Por: Ara Morales.


El virreinato de la Nueva España se fundó el 8 de marzo de 1535 y  quedó dividido en dos reinos: el Reino de Nueva Galicia que estaba conformado por tres provincias: la provincia de Nueva Galicia que incluía Nayarit y Jalisco, la provincia de Zacatecas que incluía Zacatecas y  Aguascalientes, así como la  Provincia de Colima, y  el Reino de México conformado por la Ciudad de México, Guanajuato  (“lugar montuoso de ranas”  en purépecha) junto con Tlaxcala, Puebla, Querétaro, Oaxaca  y Michoacán.

En 1600 la Nueva España se dividió en 23 Provincias Mayores, Guanajuato quedó incluido en la Provincia Mayor de Valladolid. 

A raíz de las Reformas Borbónicas, en 1786 se expide la Real Ordenanza de Intendencias, expedida por el Rey Carlos III, con la que nuevamente se dividió administrativamente el Virreinato de la Nueva España en 12 Intendencias, una de ellas, la Intendencia de Guanajuato, abarcó cinco alcaldías mayores: 

Guanajuato, establecida en 1559 y que abarcaba la ciudad de Guanajuato, sede del intendente y capital de la intendencia, las congregaciones de Irapuato y Silao, así como los pueblos de Marfil y Santa Ana; Silao e Irapuato se consideraron como partidos dentro de esa subdelegación.

San Miguel el Grande (actualmente San Miguel de Allende), establecida en 1555 y que abarcaba la ciudad homónima, así como el pueblo de San Felipe y la congregación de Dolores. Cada uno de esos lugares fue centro de una tenencia o partido de subdelegación.

León, fue establecida en el año de 1559 y abarcaba los poblados de San Francisco del Rincón, San Pedro Piedra Gorda, Pénjamo y La Piedad, así como la ciudad de León; Piedragorda (con El Rincón) y Pénjamo eran tenencias.

San Luis de la Paz, establecida a finales del siglo XVII con territorialidad sobre la ciudad de San Luis de la Paz, y sobre los pueblos de San Francisco de Xichú, Santa Catarina, San Pedro de los Posos, San Juan Bautista, Atarjea, Tierra Blanca y Casas Viejas.

Celaya, con jurisdicción desde el año de 1571 sobre la ciudad de Celaya, los pueblos de Apaseo, Chamacuero, San Juan de la Vega, Acámbaro, Jerécuaro y Yuririapundaro, así como las villas de Jaral de la Cruz, Salamanca, Salvatierra y Valle de Santiago; Acámbaro, Salvatierra, Yurirapúndaro y Salamanca, Valle de Santiago eran tenencias.

Durante esta gestación y desarrollo territorial, administrativo, económico y político de México, las mujeres NO podían estudiar, escoger a su marido, trabajar, tener propiedades, disponer de sus herencias, administrar sus propios negocios y mucho menos participar en la toma de decisiones públicas, estaban obligadas a atender su hogar, tener hijos y obedecer de manera irrestricta los mandatos de la religión.

Es por eso  que en la madrugada del 16 de septiembre de 1810, en Dolores Hidalgo, cuando el cura Don Miguel Hidalgo y Costilla, inició la lucha por la Independencia de México, las mujeres no dudaron en seguirlo. Las mujeres insurgentes fueron un importante soporte en el campo de batalla, auxiliando a los heridos, proveyéndoles de alimentos y agua; desarrollando labores de inteligencia; combatiendo al lado de los hombres y haciendo prácticamente todo lo posible y necesario para obtener la independencia nacional. Su arrojo y valentía las llevó a desempeñarse como contrabandistas de armas, mensajeras, mediante un sofisticado sistema que fue capaz de evadir a las duras medidas de control, y revisión que impuso el ejército realista.

Recordamos el papel de Josefa Ortiz de Domínguez como una activa participante en las tertulias conspiratorias, y en las tareas de inteligencia, ella fue la chispa que encendió la antorcha de la libertad cuando mandó el aviso que la conspiración independiente había sido descubierta.

Nos referimos también a la valiente luchadora Gertrudis Bocanegra que desarrolló acciones de inteligencia a través de la sociedad secreta de Los Guadalupes, a Mariana Rodríguez del Toro como la impulsora de la conspiración para secuestrar y asesinar al Virrey Francisco Javier Venegas en 1811, a María Petra Teruel de Velazco que ofreció socorro y apoyo financiero a los Insurgentes, y a Leona Vicario, luchadora y periodista que supo defender con heroísmo el papel de las mujeres en la guerra por la Independencia ante la desacreditación que pretendían los conservadores.

En el Bajío también hubo mujeres que estuvieron en la primera línea de lucha por la independencia como: Rita Pérez, -esposa del guerrillero del Bajío y de los Altos de Jalisco Pedro Moreno- su hija María Guadalupe fue hecha prisionera por un jefe realista, vio morir a su hijo Luis, el 10 de marzo de 1817, mientras enfrentaban a los realistas. En agosto de 1817, en situación de embarazo, fue hecha prisionera junto con sus pequeños hijos; estuvo presa en León y en Silao donde su pequeña hija Prudencia, de un año un mes, muere de hambre y luego muere también su hijo Severiano, de dos años y medio, víctima de maltratos. En octubre de 1817 recibió la noticia de que los realistas habían matado a su esposo. Ella fue liberada en 1819 por instrucciones del virrey Juan Ruiz de Apodaca, pero fue despojada de sus bienes, regresó a Lagos en donde falleció el 27 de agosto de 1861 a la edad de 82 años. Rita Pérez de Moreno no solo se encargaba de cocinar y de curar a los insurgentes, sino también, fue administradora del movimiento independentista.


Otra mujer con mayúsculas fue María Josefa Marmolejo García, ella era indígena nacida en León, contrajo matrimonio con el libertador, Ignacio Aldama, un abogado de la causa independentista, ambos apoyaron la lucha por la Independencia. Ella, junto con las hermanas del cura Hidalgo y otras mujeres buscaron protección en el convento de la Concepción en San Miguel el Grande, y hasta ahí recibieron las recriminaciones de Manuel Flon de Tejeda quien les exigió información sobre el paradero de los caudillos.


Manuela Taboada, de Chamacuero actual Comonfort, esposa de Mariano Abasolo, benefactora del movimiento insurgente, otorgó 40 mil pesos en oro a la causa y recibió en su casa a los capitanes del ejército insurgente el 19 de septiembre de 1810. 

Juana Guadalupe Arcos Barragán, se incorporó a la Insurgencia luego de que mataron a su familia; ella organizó a un grupo de campesinos y se unió a José María Morelos y Pavón. Su comportamiento heroico le permitió avisar de la proximidad de las tropas realistas en el sitio de Cuautla; luego de la muerte de Morelos continuó en pie de lucha.

María Tomasa Esteves, “La finé mexicana” apodada así por su belleza. Se unió a la Insurgencia luego de la muerte de su marido a manos del ejército realista. Destacó por su labor atendiendo a los enfermos y desarrolló labores de inteligencia en beneficio de la causa independentista. Combatió mano a mano con los líderes de la guerrilla insurgente en el Bajío: Andrés Delgado, Albino García y el cura Rafael Garcillita. Fue capturada y murió fusilada por los realistas el 9 de agosto de 1814.

En la gesta independiente, hubo mujeres de un heroísmo invaluable. En 1814, en Pénjamo (en tarasco “lugar de sabinos”), fueron arrestadas 300 mujeres acusadas de sedición y de colaborar en favor de la causa Insurgente. Entre ellas, Manuela Suasto, Petra Arellano, María Bribiesca, Francisca Uribe, Luisa Lozano, Casilda Rico, María Regina Barrón. La mayoría de esas mujeres atendían a los enfermos en improvisados campamentos, transmitían mensajes, traficaban armas, y les conseguían alimentos a los insurgentes.

La Independencia de México sin las manos y el rostro de mujer no existiría. La primera transformación de México, entre el polvo y la pólvora se realizó; la cuarta transformación que viene tiene nombres, tiene historia y valor de mujer.


AL FINAL. 

Hay casas encuestadoras machistas, pagadas por machistas. Solo hombres aparecen en sus referentes, y desaparecen a las mujeres. No se olviden que algún día tuvieron madre.




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