RACIONALIDAD… ¿UN BIEN ESCASO?

RACIONALIDAD… ¿UN BIEN ESCASO?



G. Saúl García Cornejo


Estimados lectores, de cualquier género, es un tema de cierta complejidad y, que se supone, es parte de nuestra capacidad de pensar, hacer juicios de valor, entender, acceder al conocimiento, incluso, a ser omisos conscientes y, por el contrario, actuar en consecuencia de. El recurso GPO Copilot (IA), indica que: “La racionalidad es la capacidad que tenemos los seres humanos, bajo principios de mejora y consistencia, para tomar mejores decisiones en base al conocimiento, la lógica, el cálculo, las probabilidades y el pensamiento crítico.” Nomás.

Luego, hay que dilucidar, si la racionalidad se trata de un bien, o un medio, una facultad innata. En primera instancia, se trata de que, por medio de la racionalidad, podamos acceder a pensar bajo un sistema lógico, que se deduce del conocimiento y de la experiencia. Y así, se abre todo un abanico de posibilidades o probabilidades. Depende también, del contexto, del individuo, o del grupo social, y hay quien considera que se ciñe por la cultura y su influencia, aunque así visto, sería sólo un sentido común, incluso, un buen sentido, pero finalmente, el conocimiento adquirido, bajo las reglas precisamente racionales, o hasta de un método -por ejemplo, el científico- y tal situación, puede cambiar el resultado racional. La complejidad reside en el balance y/o la combinación de experiencia y conocimiento adquirido y, por supuesto, de la calidad de éste, así como del contexto.

La racionalidad, es al igual, un bien, atendiendo a su finalidad. Porque no hay, racionalmente dicho, quien niegue que ayuda a lograr una mejor vida, y por qué no, un entorno, o mundo mejor. En esa perspectiva general, yendo a lo particular, podemos inferir: Si se trata de un bien ¿Es éste, escaso?

Desde la concepción de la racionalidad, si nos ayuda a pensar, hacer valoraciones y ponderaciones, entonces ¿Logramos una vida mejor? ¿Es exagerado dejar todo a la racionalidad? Se trata de que tengamos un objetivo y en ello, tomar decisiones que, pueden entrar en conflicto, porque están otras variables emocionales. Y ¿Qué deducimos ante tanta calamidad, tanta barbarie, tanta demagogia y mentiras hiladas unas tras otras?

Si nos detenemos a ver, por ejemplo, esas situaciones de discrepancias, de antagonismos que carecen de racionalidad, de que no es fácil comprender por qué soportamos que nos engañen, que obstaculicen nuestro desarrollo personal y colectivo con leyes absurdas, con cargas impositivas, con “esperanzas” y al final políticas fallidas. Pagamos enormes sueldos y prebendas a los políticos en funciones, pero ni rinden cuentas, ni prestan atención a lo mandatado. Y algunos, todavía quieren reelegirse, o sentir que están “racionalmente” por encima de la Ley. ¿No estamos siendo pues, racionales?

No se trata de estarse quejando, y menos, de no actuar en consecuencia. El ejercicio político, hoy, más que antes, se basa en rollo y más rollo. No hay evidencia, no hay resultados que demuestren mejoramiento. Y viene a colación los reportes periodísticos de allende la frontera Norte, que pretenden descubrir el “hilo negro”, a situaciones que no pueden probar de manera que no quede duda, aunque en el imaginario social, al menos se intuye que por ahí, va la cosa. Qué, incluso, las autoridades investigadoras -allá y acá- ni quieren tocar, ni saber, por ser un tema que puede causar “reacciones inesperadas.” En tanto, la sociedad civil, pues a seguir en el pandero, a la deriva, incluso. Estamos en tiempos de chapulineo, de chaqueteo político, en que los “conversos”, como hacían los judíos de la vieja España, en público comían cerdo y en su casa, vomitaban. Todo para que la nada santa Inquisición, no los fuera a perjudicar. Hoy, temen el juicio implacable de una sociedad cada día más enjundiosa en que se le debe respetar y no engañar.  En fin, en política, nos gana la emoción, que, a veces o siempre, antagoniza con la racionalidad. 


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