La persona, centro ineludible de la Política.
La persona, centro ineludible de la Política.
G. Saúl García Cornejo.
“Cada hombre, aun bajo unas condiciones tan trágicas, guarda la libertad interior de decidir quién quiere ser. Y es precisamente esta libertad interior la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido.” Viktor Frankl.*
Como ustedes ya han leído, la intención de estas colaboraciones semanales, es de algún modo, provocar o alentar la reflexión sana. El tema central de aquéllas, ha sido la Política. Es decir, su objetivo es que los mensajes u opiniones, ya propias o reflejo de terceros doctos o no, se tornen a la vez, en una asimilación de quien las lea, o comparta. Esa es la esencia, si no se logra tal propósito, resultará vana o inútil.
Equivale pues, que el lector, haga suyo el texto, el pensamiento o la opinión vertida en estos artículos. Y no se trata de obnubilar, de inducir, de enajenar, sino de abrir una ventana en la que, esa luz llamada Política, entre a la persona, a su propio espíritu, y psique. Pareciera ambicioso, incluso, pretencioso. Pero, ¿Acaso no queremos trascender? Es decir, escalar en un ascenso de mejor comprensión de nuestra circunstancia política. Esa es una razón de mucho peso, pues somos humanos y como tales, seres de convivencia necesaria, vital. Esa es la respuesta a la interrogante que a veces me inquieta: ¿Para qué escribir estos artículos?
Como seres humanos, es necesario, incluso, importante que tengamos un propósito. Ya en la historia humana se ha dicho, de un modo u otro, que el Ser Humano, debe dejar alguna huella: “Sembrar un árbol, tener un hijo y escribir un libro”, como tareas trascendentes. Ninguna de las tres obras es simplona. Al sembrar una planta de cualquier clase, habrá que cuidarla para que crezca, y con el paso del tiempo, nos dé frutos o sombra, sin dejar de lado el aporte a la naturaleza y la convivencia con ella. Si se trata de un hijo, tarea inclusive, que pueda tenerse por placentera en su concepción, sin óbice del dolor de parto, se deberá criar, educar, cuidar, acompañar, aconsejar y apoyar a esa persona en algunos casos, toda nuestra vida. El quehacer de escribir un libro, tal vez parezca la parte más complicada, si se quiere hacer bien, por supuesto. Pero se asimila a elaborar algún proyecto en alguna área que dominemos, sin perjuicio de que, igual, podrá ser una exploración de la que vamos aprendiendo, puesto que en la vida cometemos errores que bien usados, sirven para mejorar o al menos, no seguirlos cometiendo.
Así pues, estimados lectores –de género indistinto, variopinta ideología, y creencia alternativa-, si no aceptamos nuestro papel de trascender, nuestra existencia, y perdón por la crudeza, se limitará a quedarnos en la “etapa animal” de nacer, crecer y morir.
Lo que nos lleva a deliberar: ¿Qué queremos? Sin dejar de lado el “cómo, cuándo, por qué, para qué y con qué”. Primero, desde el ámbito personal y directo, luego, familiar en lo posible y mientras no se choque o se contradiga con proyectos de sus miembros; para después, en lo colectivo y/o social.
¿Difícil? Toda obra que se precie, no sólo en la pura intención, sino en su culminación, lleva un proceso y, una constante: Debe ser útil, a sí mismos, y por qué no, a los demás. Pasar de la mera abstracción a la acción o aplicación y en este punto, habrá quien diga, que deberá ser pragmática.
Usted o usted, o tú, estimado lector o lectora: ¿Han trazado ese objetivo? ¿El de hacer trascendente su existencia aquí? No se requiere ninguna megaobra, basta la más modesta, pero sí, que su concreción vaya más allá de comerse un helado, de ver una buena película o leer un libro.
Entonces, las decisiones tomadas, igual deben tener una trascendencia y, viene una decisiva: La jornada electoral, el día de la votación electoral. Y habrá que entender y aceptar que, vamos a confiar en ciertas situaciones, a terceros, parte de nuestro destino. Y es preciso recalcar que esos terceros –en cualquier fuero- no son más que mandatarios de un Contrato Social preestablecido de manera formal en nuestra Carta Magna Federal –misma que a todas luces, vulneran sin pena, pero sin gloria-, es decir, no son dueños de nuestras vidas, patrimonio, consciencia, psique, espíritu, y cuerpo, ni, muy importante, de nuestros hijos, familia y demás allegados. Además les pagamos sus gastos, emolumentos muy holgados por cierto, con todo y una austeridad –falsa-, sin que rindan cuentas y peor, con malos resultados o hasta perjudiciales. En fin. No podemos y menos debemos, eludir nuestro compromiso político.
*Epígrafe tomada del libro “El hombre en busca de sentido.”
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