Que todo cambie para que todo siga igual.
Que todo cambie para que todo siga igual.
Playeras naranjas, playeras verdes, playeras moradas, playeras rojas, playeras azules, que todo cambie para que todo siga igual. Más allá de la agenda política, partidaria, que la gente se fije en quiénes serán sus representantes, porque el Estado seguirá operando, pero con malas mentes operará todavía peor.
Más allá de los partidos, se debe pugnar por el individuo, el mejor equipo y la mejor propuesta. Lamentablemente, los resultados por equipo, por camada de partido político arrojan resultados tanto en tanto, porque se quedan todo el poder en cada elección, arrasan como tsunamis, y poco hay de la repartición democrática y de la pugna por alimentar buenos capitales individuales para su contribución al ejercicio del Estado.
Creo que en efecto, había que luchar por un cambio. Ya había gobernado bastante el mismo partido político, y el nuevo acabo haciendo lo mismo y estando en contubernio con los mismos. Pero era el cambio institucional. El gobierno del Estado sigue, las instituciones resguardan la operación sin importar los capitales humanos que entren y salgan, nadie puede hacer cambios a su capricho, tiene que haber consenso, consenso a raíz del debate.
Sin debate, no hay acuerdo. Lamentablemente, sí, claro que hubo cambio. Pero regresaron los mismos, era demagogia, simulación, gatopardismo, que todo cambie para que todo siga igual.
Que bueno que se fueron los que estaban, regresaron otros, abusaron del poder igual, o peor. Den candidaturas a la familia y a los amigos del círculo cercano en el poder, nada más por eso, porque a los capitales intelectuales o los que hayan hecho méritos, les falta mucho para poseer un apellido de poder o estatus social reconocido que esté cerca del círculo del poder.
El poder.
Después vino, la representación popular, la rebelión de la plebe en favor de quitar a los burgueses abusivos, a los aristócratas, a los mismos de siempre, a los virreyes, a los señores feudales dueños de todo, de la tierra y del poder público. Basta de sus virreinatos, en favor del pueblo que haya democracia.
Pero la rebelión solo hizo subir a alguien que se enfermó de poder, por su rencor a los mismos de siempre, acabó abusando más del poder, a dar y repartir entre los suyos, una familia de criminales, a volver a la esposa diputada, a la nuera diputada, al hijo regidor, al otro hijo consejero de partido, a secuestrar el partido a nivel estatal para negociar a nivel federal, secuaces, cómplices y aliados puestos y regados por varios puestos de poder, senadurías, diputaciones federales. Que no haya democracia, que siga el relevo de mafias tras mafias.
No me arrepiento de haber alzado la voz para servir de contrapeso y contrapoder ante tales abusos, abusos que existieron y siguen y continúan. Aquel que vino de nuevo a prometer la restauración del orden, regresó a emular y a superar las prácticas del plebeyo inocente que se convirtió en un capo del crimen. De nuevo, el nuevo, repartió entre los suyos, a los cómplices, aliados, lacayos, esbirros y esquiroles, y se convirtió en lo que juró destruir. Acabó con la democracia, se convirtió en un dictador. Y no obstante, haciendo del lado sus pugnas en contra de la dictadura, se quiso quedar en el poder, todo el tiempo, y así después, en la desesperación de permanecer, buscó poner a su esposa en la silla, para resguardar de nuevo a su camarilla de poder, mafia tras mafia. Le ganó el hijo del señor al que le arrebató el poder, al que juró combatir, al que superó imitando, al que superó en sus prácticas siniestras.
Y el pueblo sigue así, al tanto de que todo cambie para que todo siga igual.
Erick Xavier Huerta Sánchez.
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