MENTIR, ROBAR Y TRAICIONAR: EL LEGADO DE LA BARREDORA EN TABASCO Y EL TREN MAYA

MENTIR, ROBAR Y TRAICIONAR: EL LEGADO DE LA BARREDORA EN TABASCO Y EL TREN MAYA




Por Erick Xavier Huerta

La narrativa oficial de Andrés Manuel López Obrador y Morena ha sido una promesa repetida una y otra vez: “La barredora” llegó para limpiar la corrupción de raíz, barrer las lacras de México de arriba hacia abajo. Sin embargo, la realidad que emerge desde Tabasco, tierra natal del presidente, pinta un cuadro mucho más oscuro y contradictorio.

No fue que Morena fuera infiltrado por malandrines; no, en realidad, el partido fue ocupado por una banda de criminales con nombre y apellido: la “Barredora”, ese grupo criminal que decidió tomar no sólo las calles de Tabasco, sino también los jugosos negocios ligados al proyecto estrella del obradorismo: el Tren Maya.

Mientras López Obrador proclamaba, en sus conferencias mañaneras, que había eliminado la corrupción, la realidad era otra. Adán Augusto López Hernández, su primo hermano y ex gobernador de Tabasco, ascendía a la Secretaría de Gobernación no sólo como político, sino como protector y facilitador de los negocios ilícitos que reverdecían bajo el amparo del poder. Su aliado, Hernán Bermúdez, y su propia familia han estado señalados en el entramado de estos negocios ilegales.

Los tramos 4 y 5 del Tren Maya, declarados obras de “seguridad nacional”, fueron coordinados directamente por piezas clave del círculo cercano al gobierno, incluyendo familiares de Bermúdez y el influyente Adán Augusto. Estos contratos abrieron la puerta para que la “Barredora” diversificara su portafolio criminal al negocio del huachicol, rentando terrenos y suministrando cantidades millonarias de combustible robado.

Se habla de 180 mil litros semanales de huachicol que, bajo la complacencia o la omisión cómplice, llegaron a alimentar las obras del Tren Maya. No es solo una cifra alarmante, es una radiografía del modus operandi que convirtió las promesas de combate a la corrupción en una farsa legítima para saquear los bienes del Estado.

El puerto de Dos Bocas, epicentro de la construcción de la refinería Olmeca, es terreno fértil para el robo de combustible a gran escala, otro elemento clave dentro de esta red de corrupción que se extiende como una mancha imparable. Y todo al amparo del poder, con autoridades que, en sus discursos, fingen ignorancia mientras la estructura criminal se expande y fortalece.

López Obrador, en sus mañaneras, parece no enterarse del tamaño del problema, como si la corrupción en su propio territorio y círculo familiar fuera un asunto ajeno. “Se acabó la corrupción”, decía al tiempo que era evidente la consolidación de una mafia con nombre propio: la Barredora, el brazo criminal que, bajo la sombra del Cártel Jalisco Nueva Generación, rindió homenaje en forma de negocios millonarios a la impunidad de un régimen disfrazado de transformación.

Por supuesto, esta traición no solo es política, sino moral. Frente a un país que esperaba un cambio verdadero, la realidad es repositorio de mentiras, robos y complicidades. La barredora fue puesta más como símbolo de limpieza que como el nombre de un grupo criminal inmerso en el poder que juraba combatir.

Hoy, el desafío no es simplemente denunciar esta red, sino asumir la urgencia de romper con el sistema que permitió que la corrupción se transformara en un negocio de Estado. El legado del obradorismo en Tabasco es una herencia tóxica que exige, más que pañuelos blancos y discursos, acciones concretas de transparencia, sanción y reconstrucción ética.

La pregunta persiste y retumba en el corazón de México: ¿Quién traiciona a los mexicanos? ¿quién permite que mientras se proclama la barrida total, la barredora siga reinando desde las sombras?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Desde la Cuna de la Independencia: «Cuarta Transformación»

Puede ser Trump. Puede ser Harris. Pronto viene la definición.

Reflexión y acción: Día Internacional del Migrante en Nueva York