MENTIR, ROBAR Y TRAICIONAR: EL LEGADO DE “LA BARREDORA”, EL TREN MAYA Y EL PODER EN TABASCO
MENTIR, ROBAR Y TRAICIONAR: EL LEGADO DE “LA BARREDORA”, EL TREN MAYA Y EL PODER EN TABASCO
Por Erick Xavier Huerta
El mito de la limpieza y el ascenso de una banda criminal
Durante años, el discurso oficial de López Obrador proyectó la imagen de una “barredora” moral que supuestamente había erradicado la corrupción. Sin embargo, en la práctica, su gobierno fue el caldo de cultivo donde la delincuencia y la complicidad florecieron al amparo de los proyectos emblemáticos y del poder político en Tabasco.
Uno de los ejemplos más elocuentes es el ascenso del grupo criminal La Barredora. Su existencia no fue casual: según investigaciones periodísticas y documentos de inteligencia filtrados, este grupo nació y creció en Tabasco, encontrando protección y puentes directos hacia la estructura política local. Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad Pública de Tabasco bajo Adán Augusto López y prófugo desde febrero de 2025, es señalado por autoridades federales como líder de esta organización, con su sobrino Raúl Bermúdez Arreola a cargo de los tramos más codiciados del Tren Maya.
Corrupción, “huachicol” y negocios en el Tren Maya
El Tren Maya, presentado como obra maestra y símbolo de transformación, se convirtió en la puerta de entrada para negocios criminales que trascendieron la simple omisión: la Barredora suministró hasta 180,000 litros semanales de diésel robado (huachicol) para los tramos 4 y 5, controlados precisamente por el círculo de Hernán Bermúdez y su familia. Conversaciones intervenidas por la SEDENA documentan cómo ofrecieron renta de terrenos al gobierno federal por $700,000 mensuales por hectárea.
Estos tramos—declarados de “seguridad nacional”—garantizaron opacidad absoluta para el desvío de recursos, pagos en exceso y enriquecimiento ilícito. La Auditoría Superior de la Federación detectó irregularidades multimillonarias en los contratos, pagos y manejo de anticipo en la obra, mientras la criminalidad operaba con total protección institucional.
La red de impunidad: política, familia y crimen
No fue un fenómeno aislado. La criminalidad en Tabasco funcionó en tándem con el poder político: familiares de altos funcionarios recibieron contratos y posiciones estratégicas. Mientras López Obrador celebraba con “pañuelito blanco”, la Barredora expandía operaciones en el robo de combustible desde el puerto de Dos Bocas—donde se levanta la refinería Olmeca—hasta la distribución y almacenamiento en toda la región, sumando decomisos récords de más de 16 millones de litros de huachicol este año únicamente en Tabasco.
La complicidad alcanzó tales niveles que tanto Hernán Bermúdez como su sobrino Raúl están ahora prófugos o detenidos en operaciones internacionales vinculadas no sólo a robo de combustibles sino a redes ilegales de apuestas, según la presidencia de la república.
El avance de La Barredora fue posible gracias a su cooperación con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), facilitando una escalada de violencia y corrupción que no sólo tocó a Tabasco, sino a los intereses nacionales más relevantes.
La traición a la promesa nacional
Mientras se presumía el fin de la corrupción, la “barredora” fue en realidad la fachada de una banda criminal insertada con total descaro en el poder local y federal. El tren maya y la refinería fueron utilizados como instrumentos de saqueo y generación de rentas criminales.
La pregunta inevitable queda para el poder saliente: ¿quién traicionó a México? ¿Quién permitió que, bajo el discurso de regeneración, la corrupción reciclada y la criminalidad institucionalizada florecieran como nunca?
El legado es claro: más violencia, más deuda, más impunidad. El verdadero desafío para México será romper con las redes de complicidad que se fraguaron al amparo de un régimen que prometía “limpiar la casa” pero terminó llenándola de lodo y saqueadores en los puestos más altos.
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